Ya pasó con internet. Luego con las redes sociales. Hoy es el turno de la Inteligencia Artificial. ¿Pueden estar estas nuevas tecnologías al servicio de la iglesia? ¿Imaginamos, por algún momento, que el sermón escuchado el domingo fuese bosquejado por una computadora? ¿Será que, alguna vez, a falta de recursos, un consejero espiritual busque en el chat GPT cuál debiera ser el mejor consejo para dar a una persona en crisis? Bienvenida, iglesia, al novedoso mundo de la Inteligencia Artificial.
Opinan en este artículo: Howard Andruejol, Alberto Savazzini, Quique Fraquelli, Maxi Domínguez, Osvaldo Pupillo, Esteban Lanzani, Ray Corea y Marcos Codd.
La curiosidad invadió la redacción de Vida Cristiana, así que decidimos hacer una encuesta en nuestras redes sociales acerca del uso de la Inteligencia Artificial (IA) al servicio de la extensión del Reino. Y nuestro club de lectores no se hizo esperar a la hora de pronunciarse. Hubo respuestas de todo tipo: desde aquellas que daban la bienvenida a la nueva tecnología para ser aplicada en los menesteres eclesiásticos, hasta quienes sostenían que se trata de la mismísima antesala del infierno.
En esta nota vamos a compartir opiniones de cristianos comprometidos con la obra del Señor, cuyo acercamiento al mundo de la tecnología los constituye en palabra autorizada para opinar sobre el tema.
La reacción a cada avance tecnológico siempre ha causado inquietud y resistencia, como sucedió con la aparición de la tecnología de impresión en el siglo XVI y la llegada de internet a gran escala en los años ’90. La IA no es la excepción, pero es importante reconocer que su utilidad depende en gran medida de la habilidad y el esfuerzo del usuario.
“La Inteligencia Artificial (IA) ha transformado nuestra interacción con el mundo, permitiendo el procesamiento masivo de datos y ofreciendo respuestas cada vez más precisas y personalizadas. Contrariamente a las percepciones distorsionadas popularizadas por la ciencia ficción, la IA es una herramienta diseñada para potenciar nuestras capacidades y no una entidad consciente autónoma con voluntad propia”, comenta Marcos Codd, director de Dogo Creativo, una empresa de marketing que ha sabido explorar todo tipo de tecnologías para aplicarlas al diario andar de muchos ministerios cristianos.
Por su parte, Maxi Domínguez, CEO de la Agencia DOOD, manifiesta que “la IA es una herramienta que permite optimizar los resultados de las búsquedas. Si bien es disruptivo para la comprensión del grueso de la gente, es un avance tecnológico que hasta ahora, había sido visto sólo en películas.
Si para preparar un mensaje puedo leer un comentario de Barclay, Mathew Henry o algún otro, o consultar un diccionario bíblico, ¿por qué no usaría la IA? Creo que es algo que, como toda tecnología, dinero, influencia, etc., puede ser utilizado para el bien y la extensión del Reino y también para el mal. Dependerá de si nos quedamos criticando o hacemos uso de esa herramienta. Debemos ser responsables y astutos, para aprender y poder filtrar resultados erróneos o mentirosos”.
Alberto Savazzini es pastor en una congregación de la Ciudad de Buenos Aires y desde hace unos años, ha hecho un importante uso de las redes sociales para divulgar mensajes provida. La IA, probablemente le propocione nuevas herramientas para su cometido, y él lo considera de esta manera: “Creo que todos los elementos tecnológicos son una herramienta neutra, lo que significa que dependiendo de quién y cómo la use, la convertirá en buena o mala. El mismo internet que ayuda a hacer un acompañamiento más cotidiano a un misionero, o a hacer reuniones online para quienes están impedidos de congregarse, sirve para diseminar pornografía. En el caso de la IA sucede lo mismo, con el agregado que, por su enorme capacidad, además se corre el riesgo de delegarle tareas que, en mi opinión, no serían correctas”.
Originada en el siglo XX, la IA se ha integrado en numerosos aspectos de nuestra vida diaria. Desde software como Excel y Word hasta el análisis de grandes conjuntos de datos médicos para mejorar el diagnóstico de enfermedades. La IA también juega un papel crucial en el comercio electrónico, analizando los hábitos de compra de los clientes para sugerir productos relevantes.
IA: ¿Iglesia Artificial?
El alcance de la IA trasciende el ámbito secular, permeando también en el religioso. Y aquí es donde nos detendremos en varias opiniones de los consultados, como la de Marcos Codd, que cuenta que “la IA analiza patrones de asistencia y ofrendas en iglesias, facilitando decisiones más informadas sobre la programación de servicios y asignación de recursos. Las aplicaciones de navegación como Google Maps, que se basan en la IA, asisten a los fieles y pastores para llegar a sus iglesias de manera eficiente. Además, existen aplicaciones de IA que pueden analizar textos bíblicos y proporcionar interpretaciones en profundidad”.
Esteban Lanzani es consultor en nuevas tecnologías y tiene en su currículum una leyenda que lo dice todo: “Ayudo a que la iglesia se relacione y aproveche al máximo la tecnología”. Por lo que más o menos uno puede dilucidar que su opinión al respecto de la IA transcurre por el lado de la aceptación. “Como iglesia tenemos la gran oportunidad de conocer, primero, las herramientas de innovación, de desarrollo a través de las tecnologías”, sostiene. Y advierte que “nunca debemos poner un freno a lo nuevo, sino conocer, investigarlo, probarlo, aplicarlo, analizarlo y si esto resulta en nuestro contexto, tomar una desición de que esta herramienta tenga la posibilidad de optimizar una tarea, de que nos agilice un proceso interno, nos ayude a crear contenido, nos facilite la construcción de esos contenidos para la iglesia, etc.”
Quique Fraquelli es periodista y productor cinematográfico. Su acercamiento a la tecnología es casi obvio y sabe sacarle provecho a cada novedad en la materia. No obstante, es cauto a la hora de referirse a la IA y establece algunas alertas. “Soy de aquellos que gustan de aplicar nuevas tecnologías y que entiende que la IA, así como la música, lo audiovisual, el teatro, etc., son simples herramientas que pueden ser utilizadas para el propósito correcto o el incorrecto. En nosotros está el saber usalas según el propósito divino”, sostiene. Enfatiza, además, que “creo que las ventajas de utilizarla, sabiendo lo que se hace, es un crecimiento en la calidad del área al que se aplique (que, hoy por hoy, tampoco es tan fácil como algunos nos quieren hacer creer). Y el riesgo puede venir por el mismo lugar: por creer que no hace falta que nos capacitemos ya que todo lo puede hacer una IA. No creo que debamos dejar todo en manos de la Inteligencia Artificial. Sobre todo si entendemos -y no quiero sonar distópico- que el Apocalipsis nos habla sobre un futuro que cada día parece más cercano”.
La tentación de pensar que la llegada de la IA resolvió todos nuestros problemas y se convertirá en una extensión nuestra a la hora de trabajar, ya ha hecho su trabajo en algunas mentes. Por eso, es importante ponerle paños fríos a esta idea, como lo hace Ray Corea, productor de radio en Miami, quien advierte que “como todo en la vida el peligro es no saber darle el uso correcto, el olvidarnos que es una herramienta que está a disposición y que no debe desplazar el esfuerzo humano. Me preocupa el pensar que no faltará quien deje de esforzarse en su vida y relación con Dios y busque que la inteligencia artificial haga todo por él. Me preocupa que los seres humanos somos muy rápidos en buscar nuestras zonas de confort y eso nos pueda separar de la intimidad que debe tener nuestra vida con Dios y su Palabra”.
Domínguez agrega que uno de los peligros que considera que puede tener el uso excesivo de la IA es “que se utilice sin chequear la info o se caiga en la comodidad de no ponerle cerebro al uso del resultado y armar mensajes sólo encargándoselos a la IA”. A lo que Savazzini agrega que “otro gran peligro es que dada su gran capacidad y versatilidad nos veamos tentados a que hagan demasiado trabajo por nosotros o asignarles tareas con connotaciones espirituales. Por ejemplo, si le pedimos al Chat GPT que haga una predicación sobre un tema en particular, lo va a hacer, y la va a salir muy bien. El problema de esto es que estaríamos desplazando por completo por un lado, la responsabilidad personal y por otro lado, la acción inspiradora del Espíritu Santo”.
Todo requiere un constante aprendizaje, un esfuerzo por capacitarse y actualizarse, aún en la IA. Pensar que con sólo apretar un botón tendremos instantáneamente un delivery de información, datos y servicios, es un pensamiento muy infantil. “La IA puede personalizar el aprendizaje en la educación, mejorar la eficiencia de los trabajadores y pastores. No obstante, si un individuo se niega a aprender y adaptarse a las nuevas tecnologías, se encontrará en desventaja en este mundo cada vez más digital”, puntualiza Codd. Y concluye que “la inteligencia artificial no nos va a reemplazar, pero sí lo va a hacer alguien que la utilice”.
Tendencias
“Tal vez un pequeño aporte que puedo hacer dentro de tan amplio tema es la tendencia a explorar aplicaciones como ChatGPT”, reflexiona el teólogo guatemalteco Howard Andruejol. “En especial, me refiero a la exploraciòn de las grandes preguntas de la vida o a las grandes crisis de la vida. Es decir, nuestras nuevas generaciones indagan al respecto en rincones como YouTube y recientemente TikTok. Asuntos como ansiedad, soledad o el sentido de la vida, son búsquedas comunes. En estos lugares quizás encuentren un consejo bíblico o uno meramente humanista, algo útil o algo fatalista. Ahora con ChatGPT puedes dialogar acerca de estos temas, a tu medida. Incluso puedes sentir que la aplicación te entiende, te comprende. Te escucha, te responde, sin presión”, analiza uno de los autores predilectos de la Editorial e625.
Entonces… ¿es de Dios o es del diablo?
Los cristianos, especialmente los evangélicos, somos muy propensos a calificar de satánico todo aquello nuevo que irrumpe de manera sorpresiva y de lo cual no tenemos demasiada información. Ante la duda, sale con facilidad la frase: “esto no es de Dios”.
Nuestros consultados, todos ellos, apelan a la prudencia y desestiman componentes espirituales a la IA. “Es una herramienta”, es el común denominador cuando deben describirla rápidamente. “En la medida que entendamos que sólo se trata de una herramienta va a estar bien. Cuando perdamos de vista este enfoque y le empecemos a atribuir características humanas o peor aún, espirituales, se convertirá en un enorme peligro y aunque parezca descabellado, es demasiado fácil confundirse”, sostiene el pastor Savazzini.
En tanto, su colega Osvaldo Pupillo, quien supo ser el Supervisor Nacional de Iglesia de Dios en la Argentina, le da un sentido más bíblico y considera que la IA “es una muestra más del progreso científico como parte del cumplimiento de la profecía del profeta Daniel sobre el avance de la ciencia en los tiempos del fin. Tiene la ventaja de ser una enciclopedia que uno puede consultar al instante pero tiene el peligro de reemplazar al ser humano en el pensamiento lógico y la investigación personal. Para la iglesia puede ser una herramienta para conocer lo que la máquina difunde según los datos cargados en la misma para luego hacer lo que tenemos que hacer para difundir los valores propios del Evangelio para el propósito que Dios mismo lo estableció: conocerlo a Él y mostrar el método para la salvación del ser humano”.
Ray Corea apoya la moción y sostiene que “la tecnología, sabiéndola utilizar, es una herramienta poderosa para la divulgación del mensaje de Jesús. Todo lo que me sume en ese propósito es bienvenido. Solamente debemos cuidar que no se convierta en una adicción o una excusa para eludir mis responsabilidades”.
Codd es enfático y subraya que “en lugar de temer a la IA, deberíamos esforzarnos por comprenderla y aprender a utilizarla de manera efectiva. Al hacerlo, podemos aprovechar el poder que tiene para mejorar nuestras vidas y nuestras sociedades”.
“Más que estar a favor o en contra, apelo a que reforcemos el criterio y el pensamiento crítico para aprovechar herramientas como esta”, concluye Andruejol.
Damián Sileo
Periodista argentino. Con más de 30 años de trayectoria en los medios cristianos de comunicación social. Autor del libro «El rock y el pop en la iglesia». Fundador de la Unión de Comunicadores Cristianos de la Argentina.
Es editor de VidaCristiana.com