En la América Latina de hoy, los conflictos están a la orden del día. Vemos que las calles de varios países del continente se pueblan de distintos sectores que realizan reclamos por mejoras económicas, pidiendo mayor seguridad, por trabajo, por la paz o gritando a viva voz para que cese la corrupción política. Ese podría ser un Top Five de los principales reclamos que hace la sociedad latinoamericana cada vez que sale a la calle y se quiere pronunciar.
Opinan: Lis Milland (Puerto Rico), Leandro Fleitas (Uruguay), Ruth Vourliotis (Paraguay), Noel Navas (El Salvador), Adriana Ardila Santana (Colombia) y Pablo Barabaschi (Argentina).
La iglesia cristiana, como conjunto de individuos, también se ve afectada por los mismos males mencionados más arriba. Sin embargo, a la hora de las manifestaciones públicas o los pronunciamientos mediáticos, no tiene una presencia permanente, salvo que el reclamo en cuestión toque alguna fibra íntima de la fe o de la moral cristiana. Casos como el aborto o el cierre de los templos durante la pandemia por el Covid 19 son ejemplos de ello. En cambio, en temas que bordean lo político, especialmente, no hay una visibilidad institucional de la iglesia cristiana. Y parte del sector se lo reclama.
En una América Latina tan politizada como la de los últimos tiempos, la iglesia no está exenta. Y por eso se suceden éstos reclamos desde sus fieles más activistas, que pretenden que la parcialidad cristiana se haga presente con bombos y pancartas en cuanta manifestación haya. Sea ésta para reclamar por justicia, por seguridad, porque no haya corrupción política, por la represión y la falta de libertades individuales que ocurren en algunos países o por la razón que fuere motivo para congregar a una multitud en los lugares más emblemáticos.
Evangélicos venezolanos protestan en las calles de Caracas por la crisis que vive el país gobernado por la dictadura de Maduro (febrero de 2019)
Algunos sectores evangélicos se pronunciaron tras el asesinato del pequeño Lucio Dupuy, en Argentina (2022)
Para tener un poco más de precisión respecto de todos estos interrogantes, recurrimos a diferentes actores sociales cristianos latinoamericanos que han dejado su opinión. Pastores, comunicadores, políticos, personas afectadas al trabajo comunitario de las iglesias y líderes de instituciones y organizaciones sociales cristianas han dejado un amplio abanico de posturas en lo concerniente a este tema.
El amor por nuestros países y el servir a la comunidad debe verse como parte de nuestro llamado del Señor en cuanto a servicio.
Lis Milland, escritora y conferencista portorriqueña.
Debemos orar por nuestro liderato gubernamental, como lo dice la Biblia, pero además involucrarnos en el mejoramiento social.
En mi opinión, siempre se debe leer la Biblia, pero sin dejar de leer el periódico y ver los noticieros, para hacer análisis crítico de los desafíos en nuestra sociedad.
Aunque en muchas de las constituciones de nuestros países se destaca la separación de Iglesia y Estado, me parece que esto se utiliza de manera estratégica para silenciar la participación del sector religioso en asuntos que son neurálgicos y que nos afectan a nivel personal, familiar y como comunidad de fe.
La historia sostiene que religión y política están irremediablemente unidas de alguna forma. Nunca debemos ignorar el poder, la autoridad y la fuerza que representamos para poner en las sillas a los políticos y esto mismo debemos utilizarlo para velar que nuestras convicciones no queden empañadas. Sobre todo, ante la convicción que tenemos de que el modelo bíblico es el saludable para los niños, matrimonios, adultos y para la sociedad en general. No nos debemos mantener callados y encerrados para el bienestar social que creemos y soñamos.
Mi compromiso social, en mi caso hacia mi amado Puerto Rico, me ha llevado a ser vocal y realizar acciones concretas, porque me interesa su bienestar actual y el de las generaciones futuras. Quiero ser un ejemplo para mi hijo de que uno debe asumir posturas ante el país que uno desea.
Entiendo que la Iglesia como institución debe tener un papel fundamental en los conflictos sociales, promocionando la ayuda a los más desvalidos. El grado de involucramiento de la Iglesia en los conflictos sociales debe ser determinado por las necesidades de la comunidad. Quizás más como institución, creo que la presencia de cristianos en los organismos donde se toman las decisiones, por ejemplo, organizaciones no gubernamentales (ONG).
Leandro Fleitas, comunicador social uruguayo.
Tenemos que ser parte de la solución sin mirar los gobiernos de turno y estando en el Estado para llegar a más gente a través de la obra social y siendo sabios a la hora de predicar.
En mi país, Uruguay, el Estado es laico, y por lo tanto muchas veces predicar directamente se nos hace muy difícil, aunque el desafío es grande. Creo que se puede impactar mucho más con el ejemplo, que con solamente las palabras.
En España, manifestantes evangélicos salieron a las calles para reclamar por igualdad de derechos respecto de la Iglesia Católica (enero de 2017)
Entendemos que la luz está para alumbrar y si “escondemos” esa luz, como el mismo Jesús comparó en Mateo 5:15, ¿de qué sirve?
Ruth Vourliotis, psicopedagoga paraguaya.
Sin olvidar que Dios no es un Dios de desorden sino de paz, como sus hijos y habitantes de esta tierra creada por Él, necesitamos que los hombres vean nuestras obras, no solamente las que hacemos para nuestra congregación local sino justamente para las necesidades básicas. Si podemos pronunciarnos para proteger el derecho de la vida, podemos pronunciarnos, en orden y en paz, (para eso existe el diálogo por ejemplo, o presentación de proyectos), para las necesidades básicas y el cumplimiento del derecho que tenemos como ciudadanos.
La iglesia está llamada a ser “sal” y “luz”. Todos conocemos estas palabras, al punto que se han convertido en un cliché sin valor. Pero las palabras de Cristo en el sermón del monte siguen vigentes: “sean sal y luz”. Somos sal porque en el tiempo del Nuevo Testamento dicho elemento preservaba los alimentos de la descomposición en ausencia de los sistemas de refrigeración contemporáneos. Por ende, la iglesia es “sal” porque impide la descomposición de la sociedad. Y somos “luz” porque la luz desplaza las tinieblas al nomás hacerse presente. En ese sentido, la iglesia es “luz” porque debe hacer retroceder el mal a través de la predicación del evangelio y los principios del reino de Dios.
Noel Navas, bloguista salvadoreño.
Dicho esto, no se puede ser “sal” ni “luz” encerrado en las cuatro paredes de la iglesia. Los creyentes vivimos en distintas esferas de la cultura y es allí donde debe vivir el sermón del monte que predicó Cristo. Seas abogado, médico, arquitecto, político, músico, etc. o simplemente una ama de casa, sé “sal”, sé “luz” allí donde estás. La iglesia está llamada a influir en todas las esferas de la sociedad.
El papel que debe desempeñar la iglesia en los conflictos sociales depende de varios factores como la naturaleza del conflicto, la relación de la iglesia con la comunidad y las instituciones, y la posición de la iglesia en cuanto a los valores y principios éticos y morales.
Adriana Ardila Santana, periodista colombiana.
La iglesia tiene un papel preponderante en la promoción de la justicia, la reconciliación y la paz en los conflictos sociales. Es allí donde la misma puede ofrecer un espacio de diálogo y mediación, promover el respeto a los derechos humanos, la dignidad de las personas, y fomentar la solidaridad y la cooperación.
Es importante que la iglesia se mantenga fiel a sus principios y valores éticos, morales, y actúe con transparencia y coherencia en su relación con la comunidad y las instituciones frente a temas relevantes como los asuntos públicos y políticos, en los que, claramente, debe tener un rol protagónico con miras a promover una mayor participación en los temas que nos atañe como sociedad. Es hora de ver sin mezquindad y desconocimiento el importante rol que la iglesia debe tener en la participación pública, la cual determina la construcción de naciones más justas y relevantes.
En Argentina, sectores evangélicos y católicos se manifestaron en favor del Dr. Rodríguez Lastra cuando fue demandado falsamente por grupos abortistas, produciendo que le quitaran su licencia médica (mayo de 2019).
La iglesia tiene vocación profética. Esto la coloca siempre en la posición de tener una voz que articule el mensaje de esperanza y salvación del Reino de Dios con las situaciones sociales emergentes. Tiene el desafío de encarnar el amor de Jesús en su propia comunidad de fe. Entendemos que la iglesia es eso y mucho más, pero lo que no se puede permitir es ser una iglesia callada, irrelevante o indolente.
El asunto está en cómo la iglesia ha entendido este rol profético en sus diferentes etapas de desarrollo y madurez. No podemos ignorar que la iglesia no tenía hace unos años ni la consciencia de sí misma que tiene hoy, ni el discernimiento de su misión, ni la cantidad de gente e instituciones que la representan. Digo esto porque a veces nos preguntamos dónde estaba la iglesia en otros tiempos y no siempre prestamos atención a que ayer no teníamos lo que tenemos hoy. Creo que hoy atravesamos un tiempo de cambio que trae sus propias tensiones, una de ellas es cómo se posiciona la iglesia en estas situaciones.Veo a la iglesia como una fuerza social extraordinaria, atendiendo situaciones donde el estado, sea porque no puede o no quiere, nunca llega. Su activo más valioso es un liderazgo que se “embarra los pies” en cada comunidad de fe local. Es una caja de resonancia extraordinaria en cuanto a su capacidad de escuchar lo que pasa en su entorno. Atraviesa todos los estratos sociales constituyendo una comunidad que no veo en otra institución intermedia de la sociedad. Pero no siempre se la considera como un actor social relevante, suele ser ninguneada, usada, y hasta silenciada por los poderes públicos.
Pablo Barabaschi, pastor argentino.
En una mirada realista debemos reconocer que la iglesia evangélica Argentina está muy atomizada y poco institucionalizada. Ese es uno de los procesos complejos que debe encarar para no quedar sólo en un movimiento irrelevante sino tener la visibilización necesaria para llevar una voz profética clara. Creo que es en el marco de este proceso que podemos abordar estas preguntas. ¿Tenemos que participar en tal o cual marcha? Bueno, creo que en eso no se puede ser dogmático, más bien hay que ser estratégico, discernir la coyuntura y sobre todo escuchar la voz de Dios.
Otra lucha será no perder el ADN propio de la iglesia en el proceso de protestar o reclamar algún derecho. No puede tener una voz contaminada con el resentimiento, la frustración o la amargura, porque terminará siendo otra versión de los valores del sistema pero con maquillaje evangélico. La indignación y el enojo ante la injusticia tienen que expresarse pero siempre a la altura de quienes somos: la iglesia de Cristo.
Finalmente, creo que las formas sí importan, sobre todo si hablamos de visibilizar. Las formas en que hacemos las cosas hablan de nosotros, nuestras palabras y acciones manifestarán cuánto nos hemos contaminado con el poder, con el odio o con el dolor. Hablarán de nuestros procesos y de nuestra madurez, tanto como hablará nuestro silencio y apatía.
Creo que tenemos mucho que aprender todavía. Mi mirada es esperanzadora. La iglesia se mueve en la dinámica del Espíritu de Cristo, de ahí viene su fuerza, su identidad y su sentido de destino profético.
Damián Sileo
Periodista argentino. Con más de 30 años de trayectoria en los medios cristianos de comunicación social. Autor del libro «El rock y el pop en la iglesia». Fundador de la Unión de Comunicadores Cristianos de la Argentina.
Es editor de VidaCristiana.com