Es increíble cómo las tecnologías siempre nos definen. Nos creemos que somos capaces de dominar nuestros inventos, pero al final, igual que nuestros sentimientos, éstos terminan enmudeciéndonos y abduciendo nuestro propio ingenio.
Ya no es un misterio que los avances tecnológicos están impactando todas las áreas de nuestra vida y eso incluye la religión. Aun así, puede ser difícil para algunos aceptar esta realidad.
La Bíblia, que durante siglos ha sido nuestro libro de referencia, sacralizado, perseguido y que ha inspirado, moldeado y establecido las creencias de millones de personas, se va difuminando entre los parajes de lo líquido, utilitario y relativo. Pareciera que Dios ha dejado de revelarse a través de la cultura, la inspiración y los testimonios de un Pueblo, para pasar a saciar nuestras ansias instantáneas de autosalvación con pequeños “nuggets” espirituales, a modo de versículos a la carta, memes espiritualizados y post virales que beben de los ruidosos avatares de este mundo, del que tan paradójicamente pretendíamos escapar.
Mirando con cierta cautela para no ser deslumbrados por todo lo que tenemos por delante, nos damos cuenta de que finalmente hemos llegado a la era de la espiritualidad digital. Y aunque algunos fantasean con ese ser posthumano, formateado, neutralizado y debidamente pulido y aunque el camino de nuestra evolución artificial pareciera seguir en ciernes, es cierto que tanto social como espiritualmente ya estamos abrazando con denuedo dicha realidad.
Ya nos sumergimos en una espiritualidad cibernética que amenaza los fundamentos del evangelio y de la fe. Ya vivimos en el día en que las máquinas nos susurran nuestros deseos y perfilan nuestras acciones, disimulan nuestras vulnerabilidades y retroalimentándonos con un sinfín de virtudes de diseño.
Ya, sin darnos cuenta, nuestras oraciones están siendo planificadas, las lágrimas filtradas y, por supuesto, nuestras debilidades convenientemente maquilladas por pixeles cautivadores que nos encadenan al son de la persuasión de algoritmos desnaturalizados.
Y no es fácil caminar contracorriente, ni mucho menos vivir ajenos a la realidad, pero tanta añoranza por un mundo más feliz, nos ha atrapado otra vez en ese susurro sibilino, que nos eleva a principiantes de dioses, pero siempre cabizbajos ante la desnudez de nuestra propia naturaleza.
Seguimos siendo esas criaturas deambulantes en esta tierra de Nod, sin rumbo, exiliados, errantes, sabiendo que nuestras acciones pueden marcar la diferencia entre resistir y arriesgar o perder lo que aún nos hace humanos: nuestra libertad.
“Cristo nos libertó para que vivamos en libertad. Por lo tanto, manténganse firmes y no se sometan nuevamente al yugo de esclavitud”. (Gálatas 5:1)
Fuente: Blog Punto de Encuentro
Cantante española. Licenciada en Ciencias Teológicas, con Masters en Sociología. Comunicadora social. Ministro ordenada de la A.P.E.P.T. International.