Se cumple hoy el 506 Aniversario de la Reforma Protestante. En este artículo, el pastor Osvaldo Pupillo relata la cronología de los hechos y la situación que llevó a Martín Lutero a rebelarse contra un sistema corrompido y una institución que se desvió de la verdad bíblica por privilegiar intereses económicos.
El gran acontecimiento que despertó la atención del mundo a principios del siglo XVI fue la Reforma Evangélica o Protestante. En la mañana del 31 de octubre de 1517 en la Catedral de Wittenberg, en Alemania, el reconocido R. P. Martín Lutero, Maestro en Artes y en Sagrada Escritura y Profesor Ordinario de esta última disciplina, clavó en las puertas de la Catedral sus 95 Tesis o Propuestas para que sean vistas y discutidas por la comunidad.
Martín Lutero, sin tener la intención de provocar una división en la iglesia a la cual pertenecía, teniendo en cuenta sus estudios teológicos y preparación académica, y el momento en decadencia moral, pretendió manifestar y traer a la mente de sus colegas temas para reflexionar sobre puntos de vista que consideraba inadecuados para la fe que profesaba.
Los desacuerdos expresados tenían que ver con la iglesia que estaba más preocupada por los temas políticos y económicos que con aquellos relacionados con la fe de los fieles y la sociedad. Con el fin de aumentar sus riquezas y recaudar fondos para financiar la construcción de la Basílica de San Pedro, la iglesia promovió la venta de indulgencias para que sean libres de los pecados.
El Papa reinante, León X, en virtud del hecho de que necesitaba grandes sumas de dinero para la terminación del templo de San Pedro en Roma, permitió a un agente llamado Juan Tetzel, que fuese por Alemania vendiendo certificados, firmados por el Papa, con virtud de conceder el perdón de todo pecado, no sólo de los poseedores del certificado, sino también de los amigos vivos o muertos en cuyo favor fuesen comprados, sin la confesión, el arrepentimiento, la pena o la absolución por un sacerdote.
Juan Tetzel decía a la gente: “Tan pronto como su moneda suene en el cofre, el alma de sus amigos ascenderá del purgatorio al cielo”. Ante esta situación Martín Lutero empezó a predicar en contra de Juan Tetzel y su venta de indulgencias, denunciando abiertamente su enseñanza.
A pesar de las presiones recibidas por parte de los principales de la Iglesia Católica Romana para que Martín desistiera de su posición, él permaneció firme y resuelto en su oposición a las doctrinas y prácticas no apoyadas por la Biblia que reconocía como autoridad suprema y Palabra de Dios.
El objetivo principal de la Reforma, que se esparció por todo el norte de Europa y que dio como resultado el surgimiento de las Iglesias Evangélicas, era el retorno de la Iglesia a las Sagradas Escrituras como la base para su fe y práctica de los comulgantes.
Desde el punto de vista teológico, la Reforma Protestante del siglo XVI tuvo como objetivo principal el retorno de la Iglesia a las Sagradas Escrituras como la base para su fe y su vida práctica.
El episodio más representativo de este énfasis fue la Dieta de Worms (mayo de 1521) convocada por el emperador Carlos V con el propósito de juzgar a Martín Lutero, quien había sido excomulgado previamente como hereje por el Papa León por afirmar la autoridad de la Biblia por encima de la autoridad de los papas y los concilios.
Invitado a retractarse, el reformador alemán respondió con la siguiente declaración de la “sola scriptura, tota scriptura”, una afirmación que sintetiza la convicción teológica evangélica básica respecto a la centralidad de las Escrituras: “Mi conciencia es cautiva de la Palabra de Dios. Si no se me demuestra por las Escrituras y por razones claras (no acepto la autoridad de papas y concilios, pues se contradicen), no puedo ni quiero retractarme de nada, porque ir contra la conciencia es tan peligroso como errado. Que Dios me ayude, Amén”.
Más tarde los reformadores que siguieron a Martín Lutero (1438-1546) y Juan Calvino (1509-1564) tales como Ulrico Zuinglio (1484-1531) y Jacobo Arminio (1560-1609), afirmaron la fe con las 5 Solas de la Reforma Protestante que fueron las disputas teológicas de la bandera evangélica que enarbolaron los reformadores del S. XVI: Sólo Cristo, Sólo la Escritura, Sólo la Fe, Sólo la Gracia, Sólo a Dios la Gloria.
Hoy la Iglesia Cristiana sigue en Reforma Permanente. Frente a la decadencia moral y espiritual que impera en la sociedad y la gran necesidad de seguir con la tarea evangelizadora, nos motivan a afirmar el valor de las Sagradas Escrituras e inspirados por los principios de la Reforma y la Acción Permanente del Espíritu Santo, nos toca afirmar a Cristo como Señor y los valores del Reino de Dios como la norma de vida para todos los que afirman permanecer en la fe.