“Luz del Mundo”, un título arriesgado

Autor

  • Pastor de Casa Bíblica Argentina. Productor de "Vida Total", programa de televisión de ACIERA (Asociación Cristiana de Iglesias Evangélicas de la República Argentina) que se transmite por Canal Luz. Socio activo de la Sociedad Bíblica Argentina e integrante de la comisión directiva del Consejo de Pastores Unidos de Esteban Echeverría (CUPEE).

“Ustedes son la luz del mundo. Una ciudad asentada sobre un monte no se puede esconder. Tampoco se enciende una lámpara y se pone debajo de un cajón, sino sobre el candelero, para que alumbre a todos los que están en casa. De la misma manera, que la luz de ustedes alumbre delante de todos, para que todos vean sus buenas obras y glorifiquen a su Padre, que está en los cielos” (Mateo 5:14-16).

Para empezar, qué título tan importante nos da Jesús: “La luz del mundo”. Implica una gran responsabilidad: ser guías para la humanidad, referentes morales según lo establecido por la Palabra de Dios. Un título que parece demasiado ambicioso. ¿No se arriesgó un poco Jesús al ponernos esa etiqueta?

Luego sigue con una verdad más que evidente: “Una ciudad que está en el monte no se puede esconder”. Esta imagen sugiere que no hay posibilidad de evadir esta responsabilidad. Esto nos lleva a reflexionar sobre la naturaleza de nuestra misión en un mundo lleno de necesidades espirituales. Lo que somos, nuestra esencia, es manifiesta y no podemos ignorar lo que se nos ha encomendado.

Jesús continúa con expresiones que mezclan la ironía con un sentido práctico: “Tampoco se enciende una lámpara para colocarla debajo de un cajón”. Resulta ilógico pensar que alguien haría tal cosa. Una lámpara debe ser ubicada en un sitio visible, ya que su función y propósito son iluminar a todos.

Finalmente, Jesús aplica esta idea a nosotros: “Así debe brillar la luz de ustedes delante de los demás, para que observen sus buenas acciones y glorifiquen a su Padre que está en los cielos”.

Nuestra conducta, la forma en que vivimos y realizamos nuestras acciones, debe ser un ejemplo. Nuestro modelo de vida muestra su origen divino y contracorriente: Dios.

¿Quién podrá asumir esta responsabilidad? Aquí vemos la actitud propositiva de Cristo quien nos confronta con la necesidad de modificar nuestros hábitos de vida y tomar las riendas de nuestras decisiones.

Hoy es el momento para:

  1. Asumir con responsabilidad la identidad de “luz del mundo”.
  2. Vivir de forma transparente y coherente.
  3. Actuar intencionalmente para generar un impacto positivo.
  4. Mostrar nuestras buenas acciones como testimonio.
  5. Dirigir la gloria a Dios a través de nuestro ejemplo.

Si Jesús nos encomendó ser luz a pesar de nuestra fragilidad, ¿no es hora de dejar de cuestionar nuestra capacidad y comenzar a actuar con la convicción de que, aunque imperfectos, podemos ser faros que guíen a otros hacia la esperanza? Nuestro desafío es encender esa luz, por pequeña que sea, e iluminar la oscuridad que nos rodea. En este acto de entrega y testimonio, daremos la gloria a nuestro Padre celestial. ¿Esperaremos el momento “perfecto” o decidiremos brillar hoy mismo?


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